Winston Churchill nos dejó estas palabras “[n]unca te rindas, nunca, nunca, nunca, nunca, en nada, sea grande o pequeño, valioso o insignificante; nunca te rindas excepto a las convicciones del honor y del sentido común.”
Hoy más que nunca coincido con la frase. Salí de Venezuela hace 7 meses sin dinero y confiando en un sistema completamente resquebrajado (CENCOEX) que, a lo largo de este tiempo, se olvidó de mí por completo y a la fecha sigue sin aparecer.
Antes de salir de Venezuela saqué de mi pecho parte de mi corazón y mi alma y la dejé allí: con mi familia, mi mascota, mis amigos y mi país; el que me vio nacer, el que vio mis primeros pasos, mi primer argumento, mi primer fracaso y mi primera victoria, mi primer amor y mi primera ilusión.
Mi mamá, como madre al fin, llena de amor y desprendimiento por sus hijos, me entregó un sobre: habían $40 ahí y esa fue la primera colaboración que recibí para enfrentar el nuevo camino que se pintaba desconocido para mí.
Llegué a San Francisco, California y la institución que ya estaba familiarizada con el tema venezolano, me permitió pagar mes a mes el curso y el alojamiento. El Director de una empresa en Centro América apostó a mi futuro y me prestó $2300 para hacer el pago de ese primer mes. Alguien más, desde Venezuela, también creyó en mí y me prestó €2000 para gastos académicos, transporte y comida. ¡Fueron una bendición!
Desde Canadá un día recibí un mensaje: “hang in there! Dame un número de cuenta al que pueda transferirte algo de dinero para ayudarte”
Al final del segundo mes, la ilusión terminó: la aerolínea (Delta Airlines) canceló mi vuelo de regreso a Venezuela y al mismo tiempo me quedé sin dinero. Sabía que tendría que conseguir la manera de volver pronto a Venezuela y que la persecución del sueño parecía haber acabado.
Puse mis rodillas en el piso por primera vez desde que pisé suelo americano y jamás olvidaré mis palabras acompañadas de lágrimas “Señor Dios, si tú me permitiste llegar acá, por algo debió ser. Tu voluntad es buena, agradable y perfecta, y yo la acepto. Qué sea tu voluntad encargándose de mí porque mis opciones y caminos son escasos”. Al día siguiente recibí una llamada vía Skype: “te ayudaremos a cubrir tu programa de estudios. Usted fue para allá a estudiar y eso es lo que vas a hacer. Confía” Y así, el dinero para el siguiente mes llegó.
Para el final del 3er mes, pagar el alojamiento significaba no tener dinero para pagar comida y transporte. Cuando pensé que era mejor cancelar los estudios, un nuevo acontecimiento completamente inesperado tocó a mi puerta: la señora de la casa me permitió pagar la mitad de la habitación nada más y el colegio autorizó la transacción.
Para el 5to mes de curso, nuevamente se estrecharon los caminos y pagué el mes de estudios y alojamiento, y solo me quedó dinero para transporte. Empecé a comer solo el cereal que me proporcionaban en la casa como desayuno por 5 días seguidos. No había dinero para comer nada más, ni almuerzo ni cena.
Posteé mi situación en mi blog personal como medio de desahogo (la verdad nunca pedí dinero) y entonces llegó una nueva ayuda inesperada. Un mujer que solo puede ser un ángel de Dios me escribió vía Facebook: “Hola mi niña, quisiera si no te molesta que me envíes una dirección aquí en USA. Dios puso en mi corazón ayudarte” y así como así, sin yo conocerla, llegaron a mis manos 100$. Cuando di las gracias, su respuesta fue “comete un bistezote con papas fritas y ensalada”. Jamás tendré palabras adecuadas para agradecer a esa mujer de fe, a ella que sin saber mucho de mí creyó en mí también. Posteriormente, una asociación internacional, una asociación sin fines de lucro y un Club Rotario contribuirían conmigo para ayudarme igualmente y nunca más me faltó comida.
Más tarde mis profesores se enterarían (aún no sé cómo) de mi situación, y empezaron a ayudarme y se turnaron para ayudarme durante los almuerzos. Costearon mi comida sin preguntas y sin juzgamientos. Para mí, uno de los mayores actos de amor jamás visto.
Tuve una conversación con la Directora de mi institución y le pedí opciones. No tenía muchas esperanzas pero fui completamente honesta con ella. ¡Una nueva bendición! El colegio fue de lo más compasivo conmigo; me permitieron pagar únicamente la mitad de la matrícula académica por los 2 meses de programa que aún me quedaban. Así pude volver a comer sin depender de los profesores.
Mis abuelos, quienes viven en Florida y su pensión es su único sustento, me enviaron 35$ para poder completar el dinero del último mes de transporte ($68 el pase mensual del MUNI, transporte público de San Francisco).
Terminé mi programa académico el pasado 23 de enero de 2015. Aún sin recibir mi dinero de parte de CENCOEX y con una deuda que supera los $15.000, los objetivos fueron alcanzados. Hoy siento que no fue sino gracias a Dios y al sinfín de personas e instituciones que me ayudaron a alcanzar esta meta.
Junto a todas las personas que me ayudaron financieramente, no puedo dejar de traer a colación a todas las personas que me apoyaron también moralmente. Ellos que estuvieron para darme palmadas en la espalda, brindarme palabras de ánimo y secar mis lágrimas en la distancia: Gente desde Canadá, Costa Rica, Inglaterra, USA, Venezuela, Alemania, Panamá, República Dominicana, Colombia y Argentina unieron sus voces para decirme “no te detengas, no abandones tus sueños, sigue caminando y cuenta con nosotros. Aunque la tormenta sea implacable, el sol sigue estando allí, no importa que no puedas verlo justo ahora.” Como dice aquella canción “¿sabes? el sol no está ahí para cegarte, ni las tormentas para no poder volar (…) en esta vida hay que soñar”
Hoy les mando públicamente MIL GRACIAS a quienes me apoyaron y ayudaron! Mil, mil, mil, mil gracias!! Igualmente, hoy comparto las mismas palabras con mis pares.
Ahora, siento la responsabilidad de ayudar a quienes pueda ayudar. Confío en que si instituciones y empresas me ayudaron a mí, podrían ayudar a los más de 7.000 estudiantes venezolanos que se encuentran en USA y que están en la misma posición en la que estuve el pasado semestre de 2014. Creo que sólo cuando se ha pasado por esa prueba de fuego, es que uno puede hablar con propiedad. Sólo cuando has sentido la angustia y la desesperación, es que no te permites a ti mismo olvidar a tus pares; solo pasando a través de esto es que sientes que hasta el último estudiante no termine sus estudios, aún quedan objetivos por alcanzar.
Joven que estás allá afuera, atrévete a expresarte y llevemos juntos el estandarte del reclamo a nuestros derechos. Del lado del mundo donde me encuentre, intentaré seguir ayudando y seguir recaudando fondos para contribuir a nuestra causa: nuestra educación, superación profesional y crecimiento personal. El gobierno nacional y su mala gestión , CENCOEX y su indiferencia no podrán con nosotros; no nos doblegarán. Hay gente allá afuera dispuesta a ayudar, sólo tenemos que encontrarlos y no permitirnos ser olvidados,
Nadé todo lo necesario y no me atreví a morir en la orilla. Sigue nadando estudiante. Conseguiremos soluciones a tiempo.
¡¡Dios bendiga a todos los que hasta hoy han ayudado a los estudiantes venezolanos en el extranjero y Dios bendiga a Venezuela y su gente!!
Marialejandra Chuy Silva
@Marialejchs // marialejandrachuy@gmail.com